viernes, 22 de febrero de 2008

Homilía desde el corazón a uno de los mejores grupos de acampados que tuve. Set Aigues 2000.

Queridos:
Jefe de Campamento,
monitores,
sacristán,
acampados:

Fue ayer, ¿por qué no?, un 21 de diciembre de 1987. Las vacaciones de navidad llegan y como ocurre en todos los institutos en el Rey D. Jaime de Alzira lo celebramos, nos vamos a la caseta de un amigo, ya podéis imaginaros como, con las vespinos de los años 80. Allí se encuentra quien os habla, atardece y bajo la sombra de los pinos renueva su sí a Dios. Y sueña, sueña porque le gusta soñar...
Y sueña en ser sacerdote, en entragar su vida a Dios, como María hágase tu voluntad para que en el Señor haga en mí obras grandes.
Y sueña que ocurrirá dentro de 13 años, en el 2000. ¡Será bonito! Ya habrá conseguido recibir el don del sacerdocio, estará con la gente, trabajará con ellos y les hablará de Dios. ¿Cómo serán?, seguramente ahora están en algún lugar desconocido para mí –piensa- ¿Qué estarán haciendo en esos momentos las personas que conozca en el 2000?, ¿estudiando?, ¿en la caseta?, ¿jugando al futbol?, ¿cómo se llamarán?
Él permanece sentado bajo los árboles en el atardecer otoñal, mientras sueña, espera y reza por ellos.

Hoy, ya han pasado más de doce años, atrás queda el Institut, el COV, el Seminario y las parroquias de pastoral, y sobre todo lo más importante, personas que ha ido conociendo, sus amigos, los seminaristas y las gentes de las parroquias, esas personas que acuden a misa todos los días, esos monitores y catequistas que trabajan en la primera comunión, el junior, la confirmación, los jóvenes,..., y que se encuentran en la Muntanyeta de Carcaixent, María Madre de Lliria, el Ave María en Benimamet y como no, en Riba-roja y en concreto os encontráis en el campamento.
Ahora reconozco que se ha cumplido el sueño.
Llegamos al campamento, lo sábeis un poco desanimados, eramos pocos y decíamos pero buenos. Creíamos en el milagro de 1999 y no ocurrió, sin embargo no por ello perdimos la ilusión. Era un campamento diferente, sencillamente distinto y lo más importante, quienes habías dicho sí a la llamada de los monitores lo habías hecho porque deseabáis pasar unos días con nosotros.
Nos sentimos orgullosos, me siento orgullo como sacerdote, el que nos hayáis preferido a Seguridad Social, Presuntos Implicados y l’Ofrena, eso no se paga con nada, ni siquiera con una crucecita de cerámica. Y lo habéis demostrado, durante diez días habéis dado la talla, desde el primer momento vuestra motivación era alta, os desvivíais jugando y participando en las actividades. Han sido muchos días y no se ha notado, no hemos tenido que ir detrás de vosotros empujándoos. En misa y en los temas vuestra opinión ha contado y sin vergüenza la habéis expresado, y eso que en grupo había gente de distintos cursos y pandillas, no importaba. Eso, si permitís es signo de madurez.
Y hoy me siento feliz, sí queridos amigos soy un sacerdote feliz, soy el vicario más feliz del mundo en estos momentos, porque, porque al concluir el campamento estamos celebrando la Eucaristía y en ella estáis presentes mis dos grandes amores:
El primero el más importante y muchas veces, lo reconozco, el más descuidado, el que está siempre ahí, discreto, en silencio, un silencio a veces duro y frío, pero siempre a mi lado, para echarme un cable cuando más lo necesito, para mostrarme con ternura que no estoy solo, que él me ama y me acompaña en las frías noches y en los hermosos atardeceres. Un Dios para mí ante todo buenazo, demasiado buenazo a veces, un Dios que le gusta reír y cantar, que se preocupa por las personas y que muchas veces lo más le preocupa no son los formalismos sino el sufrimiento del hombre, el odio entre sus hijos, los celos, las envidias, las intolerancias, las críticas y murmuraciones, la pobreza y la miseria de los pueblos del tercer mundo, la indiferencia de los que se reunen en su nombre y olvidan a los que también sn su nombre se reunen pero que no tienen las condiciones de vida dignas. Un Dios joven, divertido y fantastico, un gran seductor capaz de enamorarme y hacer que renuncie a todo y a una vida bonita sencillamente `porque él se lo merece todo.
Y por supuesto, vosotros, soy sacerdote diocesano, sacerdote cuya familia

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