Amigo oyente:
Seguimos en esta semana con las escuelas, esos lugares maravillosos donde pasamos nuestra infancia.
Ayer le correspondía el turno a la decana, el grupo escolar Cervantes. Hoy le corresponde a las Escuelas Parroquiales.
Y fue ayer cuando recibieron un homenaje por parte de los niños, dibujando el edificio en una cuartilla y de los otros niños, los que un día llenaron el salón-escuela y el edificio de la plaza, los que hoy son abuelos y que antaño iban con su cartera y su enciclopedia a la escuela, para aprender la lección y atender a las explicaciones que daban D. Salvador Ferrandis, D. Francisco García o Dña. Remedios. Las Escuelas surgieron en 1950, en una mañana de otoño. Nacieron a la sombra de los campanarios y fueron creciendo, mirando siempre adelante, buscando mejorar la calidad de la enseñanza. Del viejo salón a la vivienda situada en la plaza, esa vivienda donde aún se escucha el eco de los niños que cantan la tabla de multiplicar, esa casa bonita hoy convertida en casa-abadía y donde uno con orgullo vive. Y no se, vivir allí es algo hermoso y bonito. La escuela siempre ha sido un santuario, un lugar de los más dignos que tiene todo pueblo, rodeado de ese halo que lleva la enseñanza. La escuela ha sido el lugar donde el maestro educaba, esto es, transmitía lo más grande que hemos recibido de nuestros antepasados, el patrimonio cultural fruto de la sabiduría de esos hombres que sentaron la base de nuestra sociedad, los sabios griegos y romanos, los autores bíblicos, los santos padres del cristianismo, los medievales, los clásicos de la lengua castellana y valenciana, los ilustrados,... Y allí en la escuela, gracias a los maestros, la sabiduría era reelaborada para que los alumnos lo asimilasen de forma comprensible para ellos y sin perder lo esencial. Por eso vivir donde se ejerció este noble oficio de enseñar a leer y escribir, a sumar y restar, de enseñar la historia de nuestro pueblo y la literatura que nos aguarda en las bibliotecas, los valores que se enmarcan en el respeto y el amor a los demás. Y tantas cosas, es bonito realmente por eso hoy rendimos homenaje a ellas y como no a otro edificio que nos aguarda a la entrada del pueblo, el colegio de las monjas y que como ellas fueron en otro tiempo lugares donde la sabiduría alimentaba a los niños.
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