domingo, 30 de marzo de 2008

18-VI-01. Madre Micaela

Con el ánimo abatido por la última y más amarga derrota del Valencia, mientras recordamos cuando ibamos los primeros o teníamos en nuestras manos la copa que al año que viene no tendremos, comenzamos esta semana. Entre el Corpus y el Sagrado Corazón.
Y hablando de corazón vamos a dedicarla a las personas que lo tienen grande.
Y comenzamos hablando de una mujer excepcional, santa pero lo más importante, de un gran corazón.
Se llamaba Micaela y había nacido a principios del siglo XIX, pertenecía a la aristocracia española y como bien puede imaginarse el oyente había recibido una esmerada educación, adecuada a las muchachas de su clase social, de misa y obras de caridad.
Un día gracias a una amiga suya visitó un hospital y su vida cambió. La señorita vizcondesa abandonó la vida confortable para sumergirse de lleno en el mundo de la marginación. Se quitó sus elegantes vestidos para vestir como vestían la mayoría de las mujeres y comenzó a cuidad a aquellas mujeres que se habían entregado a la prostitución y que sufrían toda clase de enfermedades. María Micaela no fue comprendida, se le llamó la atención desde las autoridades eclesiasticas, no estaba claro que viviese rodeada de prostitutas, pocos la comprendieron, sin embargo, ella mujer fuerte fue capaz de soportarlo todo.
Después fundó las adoractrices. Pero a ella le debemos los valencianos un gesto muy especial, vino a cuidar a los apestados por el cólera. Sabiendo que en la capital del Turia una epidemia hacía estragos lo dejó todo para asistirlos y aquí murió.
María Micaela fue una gran mujer, capaz de dejarlo todo para vivir con los necesitados, ahora bien, pocos comprendieron su gesto. No olvidemos que el bien para que sea auténticamente bien ha de estar marcado por la incomprensión.

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