jueves, 4 de diciembre de 2008

Las fiestas patronales

Las fiestas patronales:
Agosto y septiembre son los meses marcados por las fiestas patronales. Es en estos meses cuando se celebra en la mayoría de nuestros pueblos los eventos más particulares y genuinos de cada pueblo, las fiestas patronales. Estas giran entorno a una imagen venerada por los vecinos, una imagen que constituye el símbolo del pueblo, un elemento que integra a la comunidad humana y lo distingue de los otros lugares. Esta imagen es venerada durante todo el año en su capilla, ermita, santuario o monasterio. Allí recibe la visita de sus devotos. Y allí recoge las lágrimas de quienes ante las dificultades de la vida, especialmente las enfermedades, se acercan al Santísimo Cristo de los Afligidos, de la Salud, la Virgen de Montiel, Fundamento, Carmen, Remedio, Purísima, Asunción y como no, san Vicente, san Vicente, santa Catalina, santa Barbara, san Sebastián y san Miguel. Son ellos quienes suben allí para llorar, suplicar, encontrar fuerza y esperanza ante el cáncer diagnosticado o el accidente de tráfico sufrido. Ante ella depositan velas encendidas en señal de súplica. ¡Y cuántos, días después, regresan al mismo lugar para agradecerle el favor recibido! Son incontables. Muchos lo expresan mediante exvotos u ofreciendo misas en acción de gracias. Quien tenga curiosidad puede leer las hojas de nuestras parroquias para descubrir como nuestros patronos siguen velando por nuestros convecinos, no hay semana en la que no aparezca la intención de una misa en acción de gracias al Santísimo Cristo, san Miguel, la Virgen de... Pero la devoción a nuestros patronos no se encierra en las paredes del santuario, capilla o ermita, va más allá. Siempre que visito a un enfermo me llama gratamente la atención como se encuentran acompañados por una estampa del patrono y es más quien quisiera en un hospital saber la procedencia de los enfermos solo tendría que mirar las mesillas, pues pocos son los que no se llevan a la sala del hospital una estampa del santo de su pueblo. Y lo están también en los pupitres de quienes sé examinan u opositan, en los coches de quienes viajan por carretera y en las carteras de tantos vecinos, como protectores en su caminar.
Pero hay un momento muy especial, el momento que año tras año nuestro periódico comarcal nos muestra gráficamente. Es la procesión. Ese acto que congrega a todos los devotos en las calles. Quienes tenemos la fortuna de caminar detrás de ellas no podemos más que emocionarnos al contemplar los rostros de tantas personas que en silencio elevan su mirada hacia ese Cristo tan cautivador que inclina su rostro o esa imagen de la Virgen, dulce y maternal, ese san Sebastián que eleva los ojos hacia lo alto mientras sufre el martirio y como no, la imagen de san Miguel que irradia luz mientras vence al Príncipe de las Tinieblas. Son muchas las personas que a lo largo de la procesión se levantan en señal de respeto ante el paso de la imagen. Niños que señalan con el dedo y preguntan a sus padres quién es o por qué está crucificado, adolescentes que descubren en el silencio y el respeto la presencia del Misterio Último, padres de familia que ofrecen a sus hijos y le piden para que no tengan un accidente, aprueben el selectivo o encuentren el trabajo deseado, enfermos que al mirarle encuentran fuerza para seguir adelante, ancianos que renuevan su amistado con este viejo amigo.
Y entorno a la imagen una tradición que constituye el patrimonio del pueblo y que hunde sus raíces en los orígenes de éste. Porque la imagen se encuentra rodeada de hechos milagrosos: un fortuito descubrimiento acompañado de acontecimientos sobrenaturales, un milagro realizado a un vecino o al pueblo,.... En ellos lo importante es esa identificación total entre la imagen y las gentes que antaño habitaban el lugar y que explica el origen de la ermita o capilla.
Esa unión se vive en las fiestas, especialmente en sus particularidades, aquellas define las fiestas patronales de cada pueblo y que enriquece el patrimonio religioso y cultural de nuestras tierras valencianas, en uno hay feria, en otro bajada mientras en aquel traslado o en el otro procesión multitudinaria. Es el día de la fiesta en la que cada vecino sigue el rito propio del lugar, un ritual que le inserta en la historia de su pueblo. Así el hijo repite lo que hizo el padre y se injerta en las propias raíces que se hederán siguiendo la tradición oral, esa transmisión tan ancestral. Es la fiesta patronal y entorno a la mesa de los padres se reúnen los hijos, los que viven en el lugar y los que un día marcharon, allí juntos recuerdan la infancia, las travesuras y como no, las fiestas de antaño cuando no había tanto y sin embargo, "qué felices éramos". Todo un ritual que año tras año siguen, la subida al santuario o visita a la Iglesia, la Misa Mayor, la Mascletá, la comida, la procesión o la bajada, el paseo por el pueblo aprovechando que hay verbena en la plaza y el castillo, las despedidas y hasta el año que viene, donde ojalá estemos todos y algún retoño más.
Y así año tras año hasta el final de los tiempos.José Andrés Boix, sacerdote.

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