viernes, 23 de noviembre de 2007

Pacadar

Pacadar ha sido en Riba-roja como el Trobador en Montaverner y Alfarrasí, la fábrica que empleaba a gran parte de la población, si bien, el trabajo era muy diferente. En Pacadar se trabaja y se sigue trabajando de forma dura, a primera vista, terriblemente dura, realizando las enormes vigas con las que se levantó la zona nueva del Mestalla o se construyen los puentes. Curiosamente aquí en Montaverner, en uno de ellos, encontré la marca. Ellas llegaron antes que yo.
He aquí un artículo que realicé para la fiesta del Cristo, gracias a uno de los primeros trabajadores, Pepe Raga.
Sorprende al viajero que bordea el pueblo desde el polideportivo la enorme extensión que ocupan las naves y grúas de una fábrica situada entre La Mallá y el Colegio Cervantes. Esta fábrica bien merece ocupar una página en la historia reciente de Ribarroja del Turia.
Todo comienza un trece de marzo de mil novecientos cuarenta y siete. Aquel día llegan a los terrenos que hoy ocupan “les escoletes”, un grupo de viviendas, el cuartel de la Benemérita y la fábrica, unas “collas” procedentes de Cheste y emprenden la dura labor de arrancar manualmente los algarrobos, allanar el terreno y levantar la primera nave de lo que iba a ser PACADAR (Piezas Armadas Con Acero De Alta Resistencia). El mismo techo se construye gracias a las primeras viguetas fabricadas allí. Aquella plantilla de trabajadores fue ampliándose cada lunes, éste día entraban cuatro o cinco hasta alcanzar los cuarenta fijos. Posteriormente, en los años cincuenta levantaron las dos naves laterales y el número alcanzó los cien hombres eventuales y una plantilla entre setenta y ochenta trabajadores, dependiendo el número de la demanda.
La vida en la fábrica era dura, compensada por un jornal nada desdeñable en la época. Este comenzó con ochenta y seis pesetas y fue incrementándose, gracias a la “tarea” (destajo) hasta quinientas pesetas, un buen jornal si se comparaba con las doscientas pesetas que se ganaba en otros oficios.
La jornada, de lunes a sábado, comenzaba a las ocho de la mañana y concluía a las cinco de la tarde, descansado de doce a una con el fin de ir a casa comer. Durante el año los trabajadores se beneficiaban de diecisiete fiestas, ocho de ellas recuperables, esto es, durante los días siguientes a la fiesta trabajaban una hora más. Entre las primeras destacaban san Vicente, la Ascensión, el Corpus y San Pedro y entre las segundas el uno de enero, Epifanía, san José, uno de mayo, Santiago, Asunción, Santísimo Cristo,... A estas fiestas se añadían diez días de vacaciones que posteriormente fueron ampliándose.
En los primeros años solamente se fabricaban viguetas “freisi”, éstas se vendían a la empresa de construcción Samo y con ellas hacía las bobedillas. Curiosamente este tipo de vigas fue la que le dio el nombre popular de “la fábrica de viguetes”, aparentemente en irónica contradicción con las vigas que salen de allí. En los años posteriores fueron incorporándose nuevos tipos de viga, llamadas por el nombre de un animal y en relación grandaria de la viga, potencia del animal. Así se fabricaron los siguientes modelos: “brisa”, “huracán”, “reno”, “rinoceronte”, “búfalo”, “leopardo”, “gamo”, “gavilán”, “pantera”,... con medidas que iban desde los cuatro metros, las primeras, hasta las “rinoceronte” destinadas al Viaducto de Buñol en la A 3 y cuya medida era de cuarenta metros.
Toda esta labor se encuentra esparcida por la península, valga recordar algunos lugares donde bien podemos decir está presente nuestro pueblo, pues dentro de cada viga se encuentra el sudor de muchos vecinos de Ribarroja: el parking de la Plaza de san Agustín de Valencia, el puente que cruza el Ebro por Tortosa en la línea del euromed, el viaducto de Buñol, el puente colgante de Alcoy y como no, en este año esas vigas que se han mantenido firmes ante los saltos de gozo y alegría por parte de los aficionados y que se encuentran en la ampliación de nuestro campo de fútbol donde hemos vivido momentos inolvidables, el Mestalla. Y si el lector tiene curiosidad podrá ver vigas de las primeros años en el antiguo campo de fútbol situado en La Colonia y así realizar el ejercicio de comparar aquellas con las del viaducto.
Concluyo agradeciendo a José Raga la colaboración prestada, pues estas líneas han sido escritas merced a la información aportada por él, fruto de sus cuarenta y nueve años de trabajo en Pacadar.
José Andrés Boix Boix.

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