sábado, 17 de noviembre de 2007

Primer día.15:11


Queridos amigos: son las 15:11 del primer día de los ejercicios. He conectado el ordenador, en esta celda, que más bien parece una “suit nupcial”, con dos camas, amplia y espaciosa, un balcón que mira a levante, desde donde se contemplan las últimas estribaciones de la Sierra Calderona, descendiendo hasta morir en el mar Mediterráneo y una ventana con la torre de la iglesia a pocos metros y sus campanas recordando el paso del tiempo, mientras las colinas con sus pinares envuelven la mirada. Silencio, es la hora de la tarde, unos pasean, otros meditan y otros descansan en este lugar de oración, en esta Porciúncula donde el alma se encuentra con el espíritu de Francisco de Asís y llevado por él alcanza a Cristo. El tañido de la campana recuerda que son las tres y cuarto. Ella también te conduce con su sonido perdido en el Valle a Cristo.
Y en mi pantalla, antes de abrir este archivo una fotografía que me acompaña, la imposición de pañoletas. En cada ejercicios espirituales uno se lleva a su gente. Este año me acompañan ellos, me acompañáis vosotros, mis juniors de Alfarrasí y Montaverner. Y recordando lo vivido, todo ha comenzado de buena mañana. Durante la noche descanso mientras el sonido, quizás de un buho o lechuza que anida en una oquedad de la Capilla neogótica, situada junto a mi celda, elevaba sus rezos al Padre Creador. Al amanecer las campanas, vecinas y compañeras este año, recordaban a todos que el Dios bueno nos ofrecía con la salida del sol un nuevo día para gloria y alabanza suya. Levantarme a las 8, aseo y al coro. Éste se encuentra situado encima de la iglesia y conserva el estilo de los coros franciscanos, con su Cristo presidiendo, el sagrario, la imagen de San Francisco y la sillería, antaño llena de frailes que cada día desde allí elevaban las plegarias a Cristo. Esta mañana, con más de cuarenta sacerdotes también estaba lleno. Allí hemos cantado laudes, la primera oración que la Iglesia dirige al Padre. Después el desayuno y tras un paseo y arreglo de la habitación la primera meditación.
En ella el director nos ha presentado la compasión de Jesús por la gente. Él realmente es el Dios que se compadece de las personas, se hace prójimo de todos. Para ello nos ha ofrecido la escena de la multiplicaci´n de los panes, donde Jesús muestra como tiene compasión y lástima de la gente, por eso cura, porque se compadece y porque siente lástima les da de comer. Jesús no es un teórico, él siempre actúa desde la situación concreta de la gente. Nos encontramos en unos ejercicios para sacerdotes y por eso nos hemos preguntado: “¿Cuándo celebro la eucaristía son éstos mis sentimientos?, ¿en mi corazón anidan los sentimientos de Cristo?”. Marcos nos presenta la multiplicación de los panes desde la iniciativa de Jesús, quien no es indiferente ante la gente. Es lo que ocurre en la eucaristía, en ella se manifiesta la compasión de Jesús por la gente y el sacerdote se da en la vida de Cristo, comparte esta unión con él. Por otra parte Lucas sitúa esta escena precedida por la pregunta de Herodes “¿quién es éste?” (9, 9) y seguida de la respuesta de Pedro, “tú eres el Mesías” (9, 20). En medio encontramos la multiplicación de los panes. Es decir, Jesús es el Mesías que sacia el hambre, que se entrega por nosotros, el Dios que no es indiferente ante las necesidades humanas. Y Juan nos la ofrece presentando a Jesús como el Señor que sabe lo que tiene que hacer y se adelanta a las necesidades de la gente.
Queridos amigos, fijaos en la conclusión, toda la vida del sacerdote está llamad a ser un despliegue y manifestación del amor misericordioso de Dios ante las miserias de la gente.
A continuación nos muestra desde algunos téxtos bíblicos la compasión de Jesús. En Mt 8, 31 pide recemos para que el Padre envíe obreros a su mies y esta petición viene de un sentimiento que tiene Jesús, siente compasión por un pueblo que anda abandonado, como ovejas sin pastor, tal como Dios denuncia en labios de Ez 24, Zac 10 y el Salmo 23. Ante unos spastores que viven a costa de sus ovejas, Dios decide ser pastor de su pueblo. Y eso es lo que hace Jesús, vivir la suerte de las ovejas abatidas hasta morir en la cruz. Y suena la campana dos veces, el sol despunta sobre las nubes. En Mt 20, 29-34 después del anuncio de la pasión y la desafortunada intervención de la madre de los zebedeos aparecen unos ciegos que si han comprendido el significado de la vida de Jesús. Ellos son el prototipo del discípulo que ha escuchado el anuncio de la pasión. Mientras los apóstoles piden cargos ellos piden misericordia, por eso claman, “Jesús ten compasión de nosotros”. También nosotros estamos llamados a pedir que abra nuestros ojos, nuestra mirada, para entender el misterio de la cruz. Y en Mt 22 un padre pide por su hijo epiléptico. En el padre se encuentra el sacerdote que descubre como su comunidad y la sociedad donde vive sufre y por eso pide a Cristo para que se compadezca y la cure. En la viuda de Naim ella calla, no pide nada, pero Jesús al verla se compadece. Es ésta la mirada de Jesús, la sensibilidad que tiene. Aquí hay una gran cualidad que muchas veces los sacerdotes no tenemos, el saber escuchar en el silencio de nuestros fieles, pues muchas veces nos lo piden en silencio, sin decirnos nada, ser sensibles a sus necesidades, aunque callen. Éste es el buen pastor, el buen sacerdote, el buen maestro, el buen monitor, el buen padre y la buena madre, el que sin que te lo digan sabes lo que sienten y les ayudas. También Felipe en Juan pide a Cristo que le muestre al Padre y Jesús le reprocha el que no le conozca a pesar de haber permanecido con él tanto tiempo. Es éste un fallo nuestro. Muchas veces a pesar de ir a misa, de celebrar, de rezar, de ir de ejercicios o de campamento, a pesar de las lecturas y la formación, no conocemos a Cristo, realmente creemos que le conocemos pero nuestro corazón no está enraízado en nuestro ser, como no lo estaba en el de Felipe después de haber caminado con él hasta Jerusalén y haber celebrado con él la Última Cena. Jesús es el que encarna la misericordia de Dios. Tú y yo, como Jesús en Ef 2, 4 ¿encarnamos la misericordia de Dios? Buena pregunta para mí y para ti y una buena respuesta que espero nos llene. ¿Qué es un sacerdote?, ¿qué es un monitor? ¿qué es un cristiano? Un hombre o una mujer a través de los cuales, de su actuar, su vivir y su hablar descubrimos la misericordia de Dios, nos encontramos con el Dios bueno que sitúa siempre a la persona por encima de sus fallos. Y esto no es tan complicado. ¿Cuántas veces juzgamos y no perdonamos? Aplicar la misericordia de Dios debiera de ser uno de nuestros propósitos. En Lc 1, 78, el cántico que rezamos todos los días en laudes, Zacarías afirma “por la entrañable misericordia de Dios nos visitará el sol que nace de lo alto”. Es decir, por el puro amor de Dios tenemos a Cristo siempre entre nosotros. Y en 1 Jn el apóstol es claro, el que ama conoce a Dios, porque Dios es amor. Por tanto la compasión de Jesús hacia nosotros nos lleva ser también nosotros compasivo con los demás. Y la eucaristía es sobre todo el amor efectivo y operante en medio de nosotros, es la presencia del amor que se entrega en cada uno de nosotros. Amamos si somos misericordiosos. No está mal la frase.
Concluida la meditación he comenzado a visitar mis lugares preferidos. Después de tantos años ya hay lugares donde uno se encuentra con Dios, mis rincones. Primero la visita a la capilla de la casa de ejercicios, con su sagrario neogótico y su Cristo, el que me recuerda al de Marcelino Pan y Vino. Después relectura de las notas y una pequeña reflexión y a continuación con la Biblia en la mano, un paseo hasta el parque que hay cruzando el valle. Allí se encuentra el cementerio franciscano y desde allí se contempla la belleza de este monasterio, blanco con muchas ventanas, donde el tiempo se detiene, mientras ellos, los gatos, permanecen sentados bajo los árboles. Es la contemplación de este lugar de Dios. Después de bordear por el camino el monasterio, paseando y sintiendo a Cristo junto a mí, he entrado en los muros del monasterio y, ya eran las 12.45 me he acercado a la ermita con su Cristo, una ermita muy similar, si bien más pequeña, a la de Colata. Suenan las campanas tres veces. Allí se está muy bien, si bien hace frío. Es un buen lugar para leer los textos bíblicos y rezar, pequeño, recogido, sin nada que distraiga la mirada. Desde allí se contempla todo el valle y hasta el castillo de Sagunto, la legendaria fortaleza de los romanos, moros y cristianos.
A las 13.15 ha tenido lugar la plática. En ella nos ha presentado la carta a los hebreos. Ésta no es una carta sino un sermón dirigido a unos cristianos que procedían del judaísmo. Lo habían dado todo, habían dejado la religión judía y se ven perseguidos y por tanto tentados a abandonar la fe. Ellos añoran el culto lleno de esplendor de Jerusalén, son inmaduros, no asisten con frecuencia a la reunión semanal, tienen nostalgia de su religión anterior. Por eso el autor escribe un discurso vibrante, para estimular a la comunidad cristiana presentando el sacerdocio de Cristo. Ante la persecución, las dificultades y el desconcierto hemos de fundamentar nuestra vida, apoyarla, en Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. ¿No se parece esta situación a la nuestra? Cuanta gente mayor añora los años en los que las iglesias estaban llenas y se hacían misas solemnísimas, con cantos, incienso y grandes ceremonias!! Pero ésta es nuestra situación y siempre ante cualquier situación humana en la Biblia encontramos respuesta, en concreto, en la carta a las Hebreos. El director se ha detenido en un problema concreto, el que sospechamos de lo que nos viene de arriba, los planes pastorales, los proyectos, mientras creemos que lo nuestro es lo mejor. Hay en nosotros una división entre lo privado y el ministerio. No sólo para los sacerdotes, sino también en el mismo junior. Y sino detengámonos, ¡cuántas veces ni siquiera leemos la campaña! Es que viene de arriba, nuestro centro es diferente, que sabrán ellos, lo importante es lo que nosotros hacemos, que somos quienes conocemos el grupo y así pasamos de ella. Pues a los curas nos ocurre lo mismo y eso no es bueno. Es evidente que estoy en el último piso, se escuchan los vecinos de arriba, los pájaros que viven entre el tejado y el techo. Pero sigamos, dejemos el gu, gu, gu, gu de los animalitos. Toda la plática ha tenido el mismo tema, perder la vida para ganarla, yo o Cristo, yo o los demás. Está claro que Jesús tampoco lo tuvo fácil, aprendió a obedecer sufriendo, nos dirá el autor. Tuvo que luchar entre su voluntad y la del Padre para al final dejar que el Padre fuese quien dirigiese su vida, perdiendo él la propia y así dando la vida la poseyó. Cristo salió fuera del campamento para cargar con el oprobio de todos, salió de la ciudad para cargar con nuestro pecado. Y este es el camino, él camina hacia los excluidos, el lugar de los marginados, para que ellos entren en la ciudad. Un camino en dos direcciones, Cristo hacia fuera y los de fuera hacia dentro. Y esto es lo que a los sacerdotes nos corresponde, morir en la periferia, en la soledad y la incomprensión, para que los demás vivan y sean dignificados. Se trata de dejar de pensar en nosotros mismos para que como Cristo muriendo a nosotros vivamos para los demás. Las cuatro, los cuatro cuartos y las cuatro con la grande. El sol luce en todo su esplendor, después de una mañana nublada. Atardece. Silencio en la montaña. ¡Qué belleza, Dios mío! Paz y serenidad en estos pinares que no han sido quemados ni destruidos por la mano criminal del hombre. El tiempo no ha pasado, todo sigue impertérrito. Todo igual, salvo quien escribe que tiene bajo sus dedos un ordenador. En eso sí han cambiado las cosas. Ya no se va a los ejercicios con la Biblia, la libreta y el bolígrafo, sino además con un portátil. Vuelve a sonar las campanas. Y quien sabe si dentro de unos años conectados a la red desde aquí. Pero ¿para qué? Si se trata de descansar del mundo, de vaciarnos de todo para que entre Dios el único importante. Bien, para concluir en la plática nos ha presentado al sacerdote como aquel que ofrece su vida, la entrega en la cruz como Cristo y de la misma forma que a la fidelidad de Cristo en la cruz el Padre respondió con la fidelidad de la resurrección, es evidente que el sacerdote entregado recibe como recompensa la fecundidad del ministerio. También nos ha hablado de un problema que tenemos los sacerdotes, un fallo de percepción. Creemos que lo importante es hacer. Sí, llegamos a un pueblo y queremos hacer cosas para que vosotros nos reconozcáis y nos olvidamos que para vosotros lo importante no es lo que hacemos sino lo que somos. ¡Cuántos sacerdotes han entregado su vida a restaurar las iglesias dedicando horas y horas, esfuerzos ingentes y sin embargo como no eran sacerdotes el pueblo no los ha apreciado! Y al revés, en mi memoria D. Vicent, el vicario de mi pueblo, apenas hacía cosas y sin embargo el pueblo le ha dedicado una calle y lloró su muerte, porque vio en él lo fundamental, era un buen sacerdote entregado a los demás, bueno, sencillo, tratable. Os confieso que para mí uno de los mejores que he conocido por su bondad y sencillez, por su manera de confesar, sin grandes palabras, pero escuchando y tratando a la persona con la misericordia que brotaba de su ser sacerdotal. Lo que permanece es el ministerio. Y lo mismo con vosotros, contigo monitor, lo que el niño quiere ver es un monitor, un cristiano y lo mismo contigo y con todos, todos por el bautismo hacemos presente a Cristo. Finalmente María, ella es la que deja de pensar en sí misma y se entrega a Cristo.
Y bien, falta la reflexión personal. Señor, tu eres el que te compadeces, de la multitud de hambrientos que hay en el mundo y por eso me llamaste para ser sacerdote y por eso me enviaste a estos pueblos, a Montaverner, Alfarrasí y Benissuera, para que les ofreciese tu Palabra a todos, los acompañase en los campamentos y actividades pastorales, les visitase en la enfermedad, llorase con ellos la muerte de un ser querido y les ofreciese una palabra de esperanza y consuelo, les reconciliase contigo y así encontrasen el perdón y la paz que tanto necesita el ser humano de hoy y de siempre, les diese el pan de la palabra, la eucaristía y la amistad. Tú me enseñas a descubrir la felicidad en la cruz, no como algo sangriento que clama venganza sino como un morir a mí mismo, dejar de pensar en mi felicidad, de mirarme a mí mismo para que los otros vivan. Tú me adviertes que vaya con cuidado, pues cada vez que desatiendo alguna tarea pastoral estoy haciendo motivos para que me quites de pastor, pues para ti ellos son lo más importante que tienes, mis fieles de estos pueblos, todos los bautizados, los monitores, catequistas, los que van a misa y los que simplemente se acercan a la Iglesia cuando pasa la procesión. Señor, ten misericordia de mí, abre mis ojos para que vea las necesidades de mis hermanos y sea solícito para atenderlos.
Queridos amigos, son las 16: 14 horas, os dejo.

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