sábado, 17 de noviembre de 2007

tarde del 6 de noviembre


Queridos amigo/a: de nuevo ante el ordenador, cuando son las 17:12 horas de un 6 de Noviembre. Ya hace más de 23 horas que no nos encontramos, desde la magia del escrito que lleva a escribir en este presente que para ti es pasado. Es el segundo día de los ejercicios y posiblemente sea el más largo de todos, pues aún quedan tres y el cansancio de quien es más bien un pajarito que le gusta volar, en sus pueblos, pero volar, que no es lo mismo que ir bambando de un sitio a otro. Son éstos días de no tomar el coche, de moverte siempre por un espacio reducido, sin desplazarte, de hacer lo mismo cada día: levantarte, asearte, rezar laudes, desayuno, meditación, pasear, subir a la habitación, rezar, sentarte y contemplar una imagen, rezar, escuchar la plática, comer, tertulia con los compañeros, que aunque a algunos no les parezca bien no deja de ser saludable poder hablar con quienes forman parte del presbiterio diocesano, tu familia, los sacerdotes de la diócesis, con aquellos con los que un día compartiste equipo arciprestal como Daniel, el cura de Villamarchante, o los que forman parte del equipo de consiliarios de tu zona, como Vicent, el cura de Santa María de Cocentaina y Rafa, el cura del Sagrado Corazón de Alcoi o los que están en la parroquia donde un día serviste como seminarista y diácono, como Luis el párroco de María Madre de la Iglesia, donde por primera vez me impusieron la pañoleta, mi primera pañoleta. Y, sí, recuerdo los colores, azul con ribetes naranja y verde, naranja por fuera, me parece. Y con los que sólo te encuentras en los ejercicios y quien sabe si un día formarán parte de tu equipo arciprestal. Pues bien, después de intentar justificar el hablar, pues en eso aquí hay diversas actitudes. Los hay que cuando comienzan cierran la boca y no la abren salvo para rezar y los hay que nos cuesta callar, lo confieso. Y es que parece que cuando te imponen algo más te cuesta. ¡Las horas que paso en silencio cuando estoy con vosotros en Alfarrasí, Montaverner y Benissuera! Y sin embargo allí no me cuesta y lo mismo cuando voy a descansar a Cullera. Pero bien. Como te decía, lectura, descanso, charla, oración, paseo, silencio, habitación, ordenador, oración, rezo del oficio divino, oración, misa, cena, completas, ordenador, silencio, oración, lectura de algún libro y descanso. Y así los cinco días, rezando y de vez en cuando reflexionando y calentándose la cabeza. Si bien creo que los ejercicios son sobre todo días para dejarse llevar por Cristo, más que pensar se trata de amar y escuchar. Los ejercicios no son para desde hoy ser mejor, es absurdo, a veces te haces este propósito y cuando llegas un contratiempo y resulta que respondes peor. Cada año tengo más claro, puede que esté equivocado, que los ejercicios son para dejar tiempo para Dios, simplemente, perderlo con él, caminar con él y hasta aburrirse con él o sentir el desierto y el vacío. Lo demás, si Dios te lo da mejor, que no, pues mejor aún. Y las meditaciones del director lo mismo. Unas veces te ayudan, otras no. Son ya tantos los directores que uno ha tenido desde Vicente Folgado, en sus primeros ejercicios antes de entrar en el Seminario, en el Centro de Orientación Vocacional, el COV. Aún lo recuerdo, el 20 de Marzo de 1989, después de unas fallas donde la lluvia impidió la cremá me presenté en Valencia, en Barón de Carcel, el mismo sitio donde estaba la Sede de Juniors m.d. para pedir entrar en el seminario, nervioso y tímido como soy. Lunes fue, martes, miércoles, jueves, a Valencia y de allí, tras encontrarme en la Estación del Norte, con sus mosaicos de cerámica, a Gandía en tren y andando a Benirredrà. Hace unos meses fue adrede a ver la casa de espiritualidad y recordar aquellos días. Y allí de ejercicios. Precisamente con dos de los compañeros que también están de ejercicios, Avelino y Salva y los anoto con el orden que los conocí. Allí también estaban Sergio, Ángel, que venía de Palomar y a quien muchos de vosotros le conocéis gracias a Vallada, donde tenemos la oportunidad de conocerle y apreciar a este buen sacerdote, José Vicente,… Y bien, si esto lo lees tú, Avelino, quiero de nuevo darte las gracias. Fui a la estación del Norte como cordero llevado al matadero, asustadísimo pues era la primera vez que salía de casa y me iba a encontrar sólo, sin nadie que conociese, a diferencia del Instituto Rey D. Jaime. Y la verdad en seguida me sentí como en casa, como si a ti y Sergio os hubiese conocido de toda la vida. Muchas gracias. Y bien siguiendo, después de aquellos ejercicios llegó el seminario, los primeros en Lliria, en S. Miguel al que había visitado de pequeño con mi madre en un día de lluvia y aún tengo el recuerdo, con D. Rafael Albert, hoy rector del seminario, los segundos en Godelleta con el actual obispo de Murcia, Juan Antonio Reig, ejercicios ignacianos y demasiado fuertes para quien comenzaba. Los terceros fueron en la Casa de los Padres Carmelitas de Onda, con un padre carmelita descalzo que ya ha fallecido. Los cuartos, en el Hospital La Fe de Valencia, duraron dos meses y fueron los mejores, pues allí viví la cruz y sentí el valor del amor de una madre y una tía, que estuvieron junto a mí, ¡cuánto echo de menos a mi tía Fina, mi segunda madre! Desgraciadamente el año pasado murió de cancer con apenas 62 años. Los quintos fueron en una casa de un grupo majo en Castellón, el Poble de Deu o una cosa así se llamaban y si no me falla la memoria nos los dio Rafael Albert de nuevo. Los del diaconado, uno de los mejores ejercicios, en la casa de las Obreras de la Cruz en Tavernes de Valldigna, nos los dio Miguel Navarro y los del presbiterado, antes de ser sacerdote, en el Monasterio de Silos y nos los dio D. Miguel Payá. Y aquí acabaron, un connato de ejercicios en 1996 con Salva en Leyre, pero la inminente muerte de mi abuelo me llevó a interrumpirlos y finalmente en Santo Espíritu del Monte con un sacerdote de Mallorca que me entusiasmó por la Biblia, un sacerdote de Murcia, Pepe Vidal Talens, teólogo y profesor de la Facultad de Teología, D. Antonio Ballester, estos cuando estaba en Riba-roja y el año pasado ya en estos pueblos con el Padre Sebastián sobre S. Francisco, aquí en invierno, con lluvia, cortes de luz y hasta por despiste se inundó la habitación y estos que afortunadamente cuentan con buen tiempo, hasta hace calor, mucho sol y por ahora la luz va bien. De ellos los de verano los hubo que los colgé en Internet, en la web http://www.marianistas.org/ , cuando llegue colocaré aquí el enlace. Los del año pasado también los colge. Haré lo mismo. En todos ellos con el ordenador del Valencia y éstos con el nuevo portátil, porque los tiempos como te decía han cambiado.
Y bien hoy la verdad es que el cansancio llega, pero Dios es bueno. Por eso después de la meditación he paseado por el claustro, siguiendo las huellas de tantos frailes que por él caminaban. El claustro como puedes ver en las fotos no tiene nada de semejante con los que uno pueda imaginarse, con el de Silos, por ejemplo. Es sencillo y austero, pero aquí también el tiempo se detiene. A mí me recuerda como todo el monasterio a esos claustros de las películas, de Mexico o Arizona, además tiene hasta un cactus y es que de aquí salieron los misioneros hacia América, era lugar de formación como recuerdan las pinturas. Y la portería, la puerta que abre el monasterio y esconde. Detrás de la puerta. La miras. Para quien llega tú estás en el misterio, el lugar prohibido, vedado, el lugar de Dios. La puerta abre al mundo y cierra al mundo, abre a Dios, es el paso del peregrino y el husped a este lugar sagrado, porque en el monasterio todo es sagrado, porque todo habla de Dios, habla el claustro donde el religioso pasea en oración, habla la capilla y habla la celda donde el fraile entrega su vida. Después de pasear por el claustro me he detenido en la imagen del Cristo que hay junto al confesionario. He apoyado la cabeza sobre sus rodillas y he rezado un momento. Para sentarme junto a él y rezar. Y después, te darás cuenta que este alma inquieta no para y no descansa hasta que no descanse en Dios, o sea, cuando se muera. Pues a dar un paseo, para volver al coro y tomar la Biblia y rezar. Y así hasta las 12.45 que he tomado una biografía del hermano Humilde. De allí a la plática, comida y tengo que confesar me he llevado por los artilugios y he estado navegando con el movil y leyendo mi correo electrónico. Y es que no podemos olvidar nuestro mundo, porque lo amamos, somos parte de él y lo llevamos en el corazón. ¿A caso los esposos se olvidan de los hijos cuando se van de viaje para estar solos?
Pues te dejo que es hora de merendar. Enseguida vuelvo.

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