sábado, 17 de noviembre de 2007

sexta meditación


Con apenas 20 minutos de tiempo, a las 9:41 escribo un resumen de la segunda meditación, a fin de concluir el día anterior. En ella hemos meditado sobre el discurso del pan de vida (Jn 6, 22-50) y el discurso eucarístico (Jn 6, 51-59). Ante las dificultades Jesús se nos acerca y nos consuela con el pan de los ángeles, éste no es un pan comprado sino dado. En el discurso del pan de vida las preguntas de los judíos nos muestran la separación progresiva entre él y ellos. Los primeros valoran las obras y el esfuerzo, mientras para Jesús lo importante es recibir de Dios. Así la primera pregunta, ¿qué tenemos que hacer? Es indicativa de la mentalidad judía que rechaza lo gratuito y centra la religión en las obras. La respuesta de Jesús es clara, creer en Aquel que Dios ha enviado, incorporarlo a la vida personal. En la segunda, ¿qué señal nos das? Los judíos piden un signo que garantice la adhesión incondicional a Cristo, también nosotros muchas veces pedimos signos que avalen la entrega a su persona. En la tercera, ¿cómo se atreve? Viene suscitada por la afirmación de Jesús, “yo soy el pan de vida”, ellos conocen su origen humano y son incapaces de reconocer su divinidad, por eso consideran una blasfemia la afirmación de Jesús. También hoy sigue escandalizando esta afirmación y sin embargo es lo que da razón de existir al cristianismo, Jesús no es un maestro de moral sino Dios. Y finalmente “¿cómo puede darnos a comer su sangre?, es decir, consideran el discurso de Jesús un absurdo. Así en las preguntas encontramos el siguiente proceso: obras-signo-blasfemia-absurdo.
Cuando lo aplicamos a nuestra actividad pastoral no estamos tan lejos de los judíos. Aunque creemos en la eucaristía preferimos otras actividades antes que ella, una convivencia, una oración, una celebración. En esto tengo que reconocer haber dado más importancia a la eucaristía en el campamento de Navalón, por el convencimiento de que ella es el lugar por excelencia del encuentro con Cristo, en ella el protagonista no somos nosotros sino Él que se nos da y como disfruté celebrándola allí, en la tienda del encuentro y al final vosotros vais comprendiendo el valor que tiene. Un campamento sin eucaristía es un campamento que nunca se construirá, pues “si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles”, la eucaristía hace la parroquia y hace el junior, no lo olvidemos. Otro problema es las pocas veces que ante los problemas pastorales nos proponemos creer más en Cristo. También nos cerramos a la trascendencia.
En el discurso del pan vivo Jesús se presenta como el verdadero pan del cielo, el permanente, el que sacia y da la vida eterna, de origen divino, frente al maná. Es el pan que sacia y alimenta. A través de él Cristo llega a nosotros y llega de la mejor manera. Si Cristo no se quedase en la presencia sacramental sería imposible. Si se presentase como un hombre de 2000 años sería un anciano y si se presentase como Dios seria imposible ser libres en la aceptación, sólo la presencia sacramental bajo los signos del pan y vino respeta la libertad.
Pues bien, os dejo, son las 9:54 enseguida comienza la segunda charla. Ya hablamos.

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